
La zona roja del estrés delimita una barrera mental que no es conveniente sobrepasar. Es ese horizonte en el que nuestra sensación de control se desvanece, nuestros recursos cognitivos se deshilachan dando paso […]
La zona roja del estrés delimita una barrera mental que no es conveniente sobrepasar. Es ese horizonte en el que nuestra sensación de control se desvanece, nuestros recursos cognitivos se deshilachan dando paso […]
Vivir con ansiedad es ir a la deriva. Es limitarnos a existir en ‘modo supervivencia’, dejándonos llevar por la inercia de ese día a día donde las cosas nos golpean sin saber cómo reaccionar, donde mirar el mundo desde un cristal opaco y frío a través del cual, nada parece tener significado y aún menos belleza.
Ira y depresión guardan una relación tan íntima como sorprendente. El propio Sigmund Freud ya dijo en su día que cuando el ser humano lleva hacia dentro sus sentimientos de decepción, ira, frustración y desánimo, todos esos agujeros negros acaban conformando el universo de la depresión.
Los síntomas de la ansiedad pueden instalarse en tu mente y en tu cuerpo sin que te des cuenta. Es posible que te parezca llamativo, pero el ser humano llega en muchos casos a normalizar el sufrimiento en su día a día de manera natural. ¿La razón? Es un simple mecanismo de supervivencia que adopta el cerebro. No pasa nada si estás mal, lo importante para él es que sigas funcionando, que sigas integrado en tu realidad inmediata.
Isla tenía 9 años cuando fue consciente de que en su familia, habitaba alguien más. Era un inquilino ceniciento del que nadie hablaba, una sombra oscura llamada depresión que emergió ante sus ojos sin titubeos aquella tarde de verano con todas sus fuerzas obligándola a despertar, a crecer de forma precipitada y sin anestesia.
La angustia emocional duele y nos fragmenta. Nos sentimos como esa cerilla que poco a poco se consume por el fuego de la incertidumbre, la desesperación, el miedo y la sensación permanente de que algo malo va a suceder. Este tipo de malestar psicológico puede instalarse en nuestras vidas como ese inquilino que se niega a marcharse, que cierra las ventanas y descorre las cortinas para sumirnos en una oscuridad permanente.
Seguimos manteniendo una imagen errónea de la depresión. Este trastorno psicológico no siempre tiene el rostro de la tristeza, de un cuerpo acurrucado en una habitación a oscuras. La depresión es portable, podemos sonreír e incluso acudir al trabajo. Es como vivir atrapado en una caracola desde donde escuchar el sonido del exterior pero sin sentir nada, sin emocionarnos, sin poder conectar con autenticidad con la vida.
Decían de Gene Tierney que disponía del rostro más bello de Hollywood. No era una femme fatale, como lo fue poco antes Veronica Lake, y sin embargo, se esforzó por serlo; prueba de ello eran los dos paquetes de tabaco que se fumaba al día para poder tener una voz ronca .
Estoy mal, hoy no puedo con mi día, todo me pesa, todo me duele y lo único que me apetece es hacerme un ovillo bajo las sábanas. En silencio. En soledad. Lejos de todo. ¿Te suena esta sensación? ¿Es quizá la que estás viviendo en este mismo momento? Si es así, respira hondo, porque un mal día no es una mala vida, es más, tienes pleno derecho sentirte de este modo